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POR HAZA&ARDI

22 ago 2025

La historia ya nos suena familiar. Una marca global lanza un producto con un diseño "exótico" y "tribal". Las redes sociales arden. Una comunidad indígena o un gobierno levantan la voz. La marca emite una disculpa, retira el producto y promete "hacerlo mejor". El ciclo se repite. El último protagonista de este guion ha sido Adidas, cuya sandalia "Oaxaca Slip-On", parte de una colaboración con el diseñador mexicoamericano Willy Chavarria, resultó ser una réplica casi exacta de los huaraches tradicionales de la comunidad zapoteca de Villa Hidalgo Yalalag, Oaxaca.


Tras la denuncia de las autoridades mexicanas y la indignación viral, llegaron las disculpas de Adidas y del propio Chavarria. Pero una vez que el polvo se asienta, la pregunta sigue en el aire: ¿es suficiente con pedir perdón? Y, sobre todo, ¿por qué la industria de la moda, que se jacta de ser progresista y global, sigue cayendo en la misma trampa?

Para entender el problema, es crucial diferenciar dos conceptos que a menudo se confunden: apreciación y apropiación cultural. La apreciación implica un intercambio respetuoso, un aprendizaje profundo y, fundamentalmente, un reconocimiento de la fuente de inspiración. Es un diálogo entre iguales. La apropiación, en cambio, es un monólogo. Ocurre cuando un grupo dominante toma elementos de una cultura marginada, los despoja de su contexto y significado original, y los convierte en una mercancía, generalmente sin dar crédito ni compensación a sus creadores.


El caso de Adidas es un ejemplo de libro. No se trata solo de la similitud del diseño. Se trata del desequilibrio de poder: una corporación multinacional con ingresos millonarios frente a una comunidad de artesanos cuya subsistencia depende de esa misma artesanía. Se trata de la invisibilización: presentar como novedad un diseño que ha sido perfeccionado durante generaciones. Y se trata de la desconexión: producir en masa en China un objeto cuyo valor reside, precisamente, en su carácter artesanal y local.


La defensa habitual en estos casos es que "la moda siempre se ha inspirado en otras culturas". Y es cierto. La inspiración es el motor de la creatividad. El problema no es inspirarse, es el cómo. La línea se cruza cuando la "inspiración" se convierte en una transacción unidireccional, en una extracción de valor sin reciprocidad.


Entonces, ¿cuál es el camino a seguir? La solución no es crear burbujas culturales donde nadie pueda inspirarse en nada. La solución es más compleja y exige un cambio de mentalidad en la industria. Pasa, en primer lugar, por la colaboración genuina. En lugar de tomar un diseño, ¿por qué no trabajar directamente con los artesanos que lo crearon? Esto no solo asegura una compensación justa, sino que enriquece el producto final con una historia auténtica y un conocimiento experto.


En segundo lugar, exige crédito y reconocimiento. Nombrar la fuente, contar la historia detrás del diseño, educar al consumidor sobre su significado cultural. Esto transforma un simple producto en un puente cultural.

Y, en tercer lugar, requiere compensación económica. Si una marca va a beneficiarse de una tradición cultural, una parte de esos beneficios debe revertir en la comunidad que ha preservado esa tradición durante siglos.


El caso de Adidas y las sandalias de Oaxaca, como los de Zara, Carolina Herrera o Shein antes, son dolorosos recordatorios de lo mucho que le queda por aprender a la industria de la moda. Pero también son una señal de esperanza. La presión de los consumidores y la vigilancia de los gobiernos están haciendo que estas conversaciones sean ineludibles. Las disculpas ya no son suficientes. Lo que se exige ahora es un cambio estructural, un compromiso real con la ética y el respeto. Porque honrar una cultura no es poner su arte en una pasarela; es invitar a sus creadores a caminar sobre ella contigo.

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CULTURA, MODA

Adidas Se Disculpó, ¿Y Ahora Qué? El Debate Infinito De La Apropiación Cultural En La Moda

El caso de las sandalias "inspiradas" en diseños indígenas de Oaxaca no es el primero ni será el último. Analizamos por qué las grandes marcas siguen tropezando con la misma piedra y qué significa realmente honrar una cultura en lugar de simplemente monetizarla

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