POR HAZA&ARDI
22 ago 2025
En el universo del hip-hop, donde el personaje lo es todo y la armadura de diamantes y actitud desafiante parece obligatoria, pocos movimientos son tan audaces como bajarse del escenario, quitarse el alias y presentarse con el nombre que figura en tu acta de nacimiento. Eso es exactamente lo que ha hecho Offset. O mejor dicho, Kiari Kendrell Cephus.
Su nuevo álbum, titulado simplemente KIARI, no es solo una colección de temas; es una declaración de intenciones, un exorcismo musical y, quizás, el proyecto más arriesgado de su carrera. Estamos hablando del arquitecto de un sonido que definió una década con Migos, el rey del ad-lib y el flow sincopado. Pero el Offset que encontramos aquí está lejos de ser una caricatura de sí mismo. En KIARI, la fachada se desmorona para revelar al hombre: al padre, al hijo, al ser humano con sus cicatrices y contradicciones.

Esta es su obra más introspectiva y lírica hasta la fecha. A lo largo del álbum, Kiari nos invita a un viaje a través de sus pensamientos más profundos, explorando la dualidad de su identidad. “Estoy dando a los fans una mirada a los rasgos de personalidad, a KIARI, que conforman a Offset”, explica. Es una distinción crucial: Offset es el avatar del éxito, la figura pública; KIARI es la fuente, el núcleo emocional desde donde todo emana.
Un ejemplo perfecto de esta nueva era es el single BODIES, junto a JID. La elección de samplear el himno nu-metal de Drowning Pool de principios de los 2000 es, de por sí, una genialidad inesperada que rompe cualquier molde preconcebido. La atmósfera oscura y cinematográfica del track sirve como telón de fondo para una lírica afilada y una energía contenida que amenaza con explotar. “Estábamos JID y yo en Hangzhou, China, después de un show, viendo las Olimpiadas”, cuenta sobre el origen del tema. Esa espontaneidad se siente: no es una colaboración forzada por un sello discográfico, sino el resultado de la química creativa entre dos de las mentes más brillantes del rap actual.
La línea que más le resuena personalmente es una conversación en sueños con el fallecido Takeoff: “Sleeping & dreaming talkin’ to the Rocket… He told me, Go Up!… I told him that I got him”. Es un tributo conmovedor y una promesa de mantener vivo un legado.

Este álbum también es una reflexión sobre la industria musical en la era de la viralidad. En un momento en que los artistas parecen estar en una carrera desesperada por el próximo hit de 15 segundos en TikTok, Kiari se muestra escéptico. “La viralidad de TikTok no va a tener longevidad”, sentencia. “Un disco que crece lentamente hasta el #1 va a durar más y tendrá un mayor impacto cultural. No persigas un hit. Persigue un disco que se sienta auténtico para ti como artista”. Esta mentalidad es la que separa a los artistas de los entertainers, a los que construyen carreras de los que simplemente acumulan reproducciones.
Temas como Prada Myself, con Tezzo Touchdown, son, en sus propias palabras, “uno de mis discos más vulnerables”. Admite que fue “aterrador grabarlo”, pero que funcionó como una terapia. Y esa es la clave de KIARI: no es solo música para llenar estadios, aunque sin duda lo hará. Es música que busca conectar, que ofrece consuelo y que demuestra que la vulnerabilidad no es una debilidad, sino una forma de poder.
Al darle a su álbum su nombre real, Kiari no solo está reclamando su identidad; nos está retando a todos a mirar más allá de las cadenas y los coches de lujo para ver al ser humano que hay detrás. Y esa, en 2025, es la jugada más ‘gangsta’ de todas.

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MÚSICA
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