Seamos sinceros, intentar meter a Post Malone en una sola caja es una misión imposible. El tipo ha construido una carrera saltando del rap al rock y al country con una facilidad que desafía cualquier etiqueta. Ahora, esa misma energía inquieta y creativa aterriza de lleno en el universo de la moda con el lanzamiento de su propia firma: Austin Post. Y no, no es una línea de merchandising más. Esto es otra cosa.

Bautizada con su nombre real, Austin Richard Post, la marca es una declaración de intenciones desde el minuto uno. La primera colección, titulada 'Season One: At First Light', no se presentó en un evento cualquiera. El escenario elegido fue el Hôtel Pozzo di Borgo en París, una histórica residencia donde vivió el mismísimo Karl Lagerfeld. ¿La señal? Ambición. Post Malone no viene a jugar en segunda división; apunta directamente a la élite de la moda, y lo hace en su propio terreno.

La colección es un reflejo perfecto de su propia identidad. Imagina un cowboy posmoderno que se ha dado una vuelta por 'Easy Rider' antes de aterrizar en Le Marais. Hay mucho de la estética Americana que siempre ha formado parte de su look —botas cowboy, chaquetas de flecos, denim vintage—, pero filtrado a través de una lente cinematográfica y sofisticada. Es la rudeza de Fort Worth, Texas, con la elegancia de un expatriado en París. El resultado es una mezcla audaz de flecos, estrellas bordadas, terciopelo, pedrería y sudaderas reinterpretadas que se sienten a la vez auténticas y teatrales.

Claro que este no es su primer coqueteo con la moda. Sus colaboraciones con Crocs, UGG o SKIMS se agotaron en tiempo récord, demostrando un tirón comercial innegable. Pero la diferencia fundamental es que, en esos casos, él era un invitado en casa ajena. Con Austin Post, él es el director creativo, el que dicta la narrativa y construye el universo visual desde cero. Es un paso que lo alinea con otros músicos que han conquistado la industria, como Pharrell Williams en Louis Vuitton o Rihanna con el imperio Fenty. La frontera entre artista y diseñador es, hoy más que nunca, totalmente porosa.

Este movimiento plantea la eterna pregunta en la era de los 'celebrity brands': ¿es necesario ser famoso para triunfar en la moda? Mientras que para muchos jóvenes diseñadores sin un nombre conocido o un respaldo financiero sólido el camino es una subida cuesta arriba, figuras como Malone parten con la ventaja de una audiencia masiva y leal. Sin embargo, el verdadero reto es construir una marca con sustancia, algo que The Row de las hermanas Olsen o Victoria Beckham tardaron casi una década en consolidar. El hecho de que Malone use su nombre de pila sugiere que esto es más que un simple negocio secundario; es una extensión de su identidad, una traducción de su armario personal a un lenguaje que todos podemos llevar.

Para dotar de autenticidad y calidad a la colección, Austin Post se ha rodeado de colaboradores de primer nivel. Las botas, por ejemplo, vienen firmadas por Lucchese, una legendaria casa texana que lleva fabricando calzado western de lujo desde 1883. No son un disfraz, son la quintaesencia de la artesanía americana. Las gafas son de Jacques Marie Mage, una firma de Los Ángeles conocida por sus diseños exclusivos y artesanales. La joyería, llena de turquesas, es una colaboración con Tennessee Turquoise Company, fundada por Morgane Stapleton (esposa del músico Chris Stapleton), que además destina sus beneficios a apoyar a mujeres indígenas. Cada pieza cuenta una historia.

El lanzamiento en París justo antes de uno de sus conciertos de aforo completo fue una jugada maestra, conectando sus dos mundos y dejando claro que su influencia va más allá de los escenarios. Austin Post no está pensada para venderse solo en puestos de merchandising. Ha nacido con la vocación de codearse con las grandes firmas internacionales. La pregunta del millón ahora es si logrará evolucionar más allá de la tendencia del 'western wear' y consolidarse como una marca con recorrido. Viendo la coherencia y el cuidado del primer capítulo, todo apunta a que el viaje de este cowboy posmoderno no ha hecho más que empezar.